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Oriol Millán

¿Sabéis que es un Tarpán? Hace miles de años estos caballos salvajes vivían en Eurasia. Dicen que eran pequeños, y fuertes, que en las estepas tenían el pelo marrón claro, mientras que en los bosques eran de color marrón oscuro. Como el león, el uro, el onagro, el rinoceronte, incluso el paquidermo y casi todos los grandes mamíferos, el tarpán fue perseguido y exterminado hasta la extinción.

Y desde entonces que el ecosistema mediterráneo carece de estos grandes mamíferos, excepto el jabalí.

Hacía unos cuatro años que un pequeño grupo de ponis de raza Pottoka, rescatado por la Fundación Miranda de un zoológico que no podía satisfacer las necesidades de estos animales, vivían en semilibertad en Olivella, dentro del Parque Natural del Garraf.

Los Potoka son una raza de ponis del país vasco más antigua que el uso del hierro, y conservan muchas características del caballo salvaje prehistórico. Dentro suyo residen los genes del último Tarpán ibérico.

Por su rusticidad y adaptación a la vegetación mediterránea, estos animales son protagonistas de un proyecto de resilvestración (​rewilding​) que tiene la valentía y el espíritu pionero de reintroducir grandes mamíferos extintos en el macizo del Garraf.

Asimismo se está estudiando cuál es el

impacto de estos animales en la vegetación una vez introducidos en el medio y se ha diseñado un plan de expansión

de la población introducida; lo que felicitamos como modelo de gestión forestal sostenible y respetuoso con el resto de especies que habitan el Parque Natural.

Pero el pasado 20 de febrero de 2021 este proyecto amparado en una filosofía altruista y un método científico; la reintroducción del tarpán en el Macizo del Garraf; topó con un modo de pensar anticuado y autoritario que pretende imponer su voluntad a todos los niveles en este país; ya que una vez más se vulneraron derechos y se cometió violencia. Explicaré lo que pasó aquel sábado:

Hacía días que queríamos hacer una excursión en el macizo del Garraf, y aquel sábado mi compañera y yo, acompañados de su perra, subimos hacia Olivella con la intención de hacer una ruta en dirección al Castillo Viejo, ver una cueva que hay

e investigar el bosque en busca de robles u otros árboles interesantes. Pero al llegar al Pou dels Matxos, ante un roble centenario, fuimos advertidos por un grupo excursionista que había batida de jabalíes. Así que dimos media vuelta y nos dirigimos hacia Can Grau para evitar la batida, desde allí cogimos el GR5, que es una pista, y todo el tiempo teníamos a poniente un cercado eléctrico y veíamos cazadores vestidos de naranja apostados sobre las colinas.

Finalmente conseguimos alejarnos un poco de la inmensa superficie que ocupaba la batida cogiendo un desvío a mano derecha y subimos al Puig de la Mola. Ocurrió cuando bajábamos. Cuando pasábamos por la pista vimos una hilera de caballos, eran cinco y de color chocolate, estaban dentro del recinto y trotaban, quizá alarmados por el alboroto de las bocinas, los ladridos lejanos de la batida y los disparos.

En una curva de la pista, mi compañera que llevaba atada a su perra y yo nos paramos junto a un ciclista que hacía fotos a los caballos. Los animales en estos momentos atravesaban un pequeño cuello con vegetación arbustiva baja a sólo 20 metros de nosotros.

Fue entonces.

Estalló un disparo y vi cómo el animal recibía el proyectil en el lado derecho. Brotó un chorro de sangre y cayó. Me puse a gritar, mi compañera lloraba y el ciclista se debió llevar un buen susto y se fue. También el animal se levantó malherido y se fue detrás de sus compañeros que corrían espantados. Elcazadorseacercó,decía”hesidoyo,losientomuchoh​ asidounaccidente​”yle increpé por haber matado un caballo, haber disparado en dirección a una pista, haber disparado sin identificar el objetivo y le recriminé que nos podía haber herido a nosotros o al ciclista. Mi compañera y yo, completamente desquiciados nos apartamos de él y continuamos bajando la pista, en un bosque de pinos había cuatro ponis parados, aún en hilera. Creo que esperaban al quinto pony, mi compañera lo vio un momento que venía pero luego desapareció. Yo no podía parar de gritar ni mi compañera de llorar, así que los ponis huyeron.

Entonces llamé a los agentes rurales e informé de lo que había pasado. Nos quedamos esperando en la pista, ante el bosquecillo. No nos atrevíamos a atravesar el alambrado eléctrico porque aún se sentían las bocinas y los tiros de la batida. Llegó un policía municipal de Olivella y se encargó de identificar al cazador y al jefe de la batida.

Después llegaron tres voluntarios de la Fundación Miranda y nos atrevimos a atravesar la alambrada, enseguida encontramos al pobre animal: su cadáver estaba aún tibio, y su precioso ojo cristalino estaba fijo. Era insoportable ver una criatura tan maravillosa abatida así, ahora era yo quien lloraba y mi compañera quien gritaba. Costó un poco identificar su identidad, al principio los voluntarios pensaron que era una yegua llamada Olesa, pero no, era su hermana, Riba. Vinieron los mossos de escuadra y declaré como testigo, entré con los policías de nuevo al recinto e indiqué el punto exacto donde el animal había recibido el disparo. Allí comenzaba el rastro de sangre, que se podía seguir claramente hasta el bosque. También indiqué la posición aproximada del cazador y la nuestra. Incluso entonces continuaba valle abajo la cacería de jabalíes, oímos más disparos

y salimos a la pista de nuevo. Un policía dijo a uno de los hombres de naranja “Eres el jefe de esta batida, haz que paren ya”. Y Riba, que fue esclava y después vivió libre, estaba muerta. Miles de años después de llevar el tarpán a la extinción, por fin lo re-introdujimos y casi enseguida, ¡Los matamos a tiros!

Esta experiencia traumática nos ha llevado estas reflexiones:

La caza deportiva es incompatible con la seguridad de las personas y vulnera sus derechos ​dentro de un espacio natural tan próximo a áreas densamente pobladas como el Parque del Garraf. Aquel sábado de pandemia vimos circular por la pista GR 5 docenas de personas haciendo excursionismo, ciclistas y coches 4×4. Estos usuarios deben tener derecho a circular con libertad y se puso en peligro su vida y se vulneraron sus derechos fundamentales.

La caza deportiva está cobrando vidas humanas. Estamos hablando del uso de munición capaz de herir de muerte a un animal de 200 kg. De gente que celebra batidas y cierra montañas como si fuera una especie de fiesta privada. De personas que disparan antes de haber identificado si el objetivo es un jabalí, un oso o un ser humano. En cualquier dirección, incluso hacia una vía transitada.

La caza deportiva es incompatible con la conservación de espacios naturales.​ El Parque Natural del Garraf ha conseguido conservar dos grandes rapaces amenazadas de extinción como el águila perdicera y el búho real, y la actividad cinegética les está estorbando en época de reproducción.

Este negocio tan lucrativo choca frontalmente con la conservación y reintroducción de grandes mamíferos como se ha demostrado con el oso pardo, con el lobo ibérico y esta vez incluso con el tarpán. La batida en la que murió Riba y vete a saber cuantos jabalíes ocupaba una extensión inmensa, por lo tanto el ruido alteró el hábitat de gran cantidad de especies animales.

La caza deportiva es un método de control de la población del jabalí ineficaz​. Y contraproducente. La población de jabalíes no está disminuyendo sino aumentando, ya que es imposible que las personas que la llevan a cabo estén haciendo un estudio de la biología reproductiva de este suido, ni una selección de los ejemplares a retirar del medio. A nosotros nos parece que simplemente disparan a cualquier jabalí, o cosa, y que en todo caso prefieren abatir los mejores ejemplares. Por lo tanto hacen una selección genética muy negativa, e incluso provocan un aumento en la reproducción de los jabalíes! La verdad es que se cazan y se cazan, y en ninguna parte disminuye su número.

La gestión cinegética del jabalí es un fracaso.

La caza deportiva continúa contaminando el medio ambiente,​ con el vertido de plomo, plástico y otros residuos que nunca hemos visto recoger a ningún cazador.

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